Búsqueda interior
- Juan B Mejía V
- 12 nov 2017
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 13 dic 2024
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En la interioridad de cada ser humano, existe un espacio inexplorado, insondable, maravilloso, que nadie puede abarcar completamente. Este espacio no se corresponde con el mundo de la psicología, pues más bien se ubica en una dimensión más profunda, más inaprensible para el común de las personas.
Al mirar hacia dentro de nosotros, surgen innumerables preguntas como ¿Quién o qué soy? ¿Quién o qué hay dentro de mí? ¿Qué sucede en mi interioridad? Cuando no hemos transitado por este espacio íntimo, no hay respuestas, pero en realidad, tampoco hay preguntas. Cuando nos aventuramos a iniciar nuestra autoexploración, percibimos la “voz del silencio” que nos susurra las respuestas a modo de intuiciones, de sensaciones, de inquietudes, de inspiraciones.
Al comienzo de nuestra exploración, este espacio parece reducido, incómodo, oscuro, confuso; mas, cuando penetramos en él y lo vamos descubriendo, lo encontramos amplio, más bien infinito, apacible, acogedor, luminoso, confortante.
Debido a que la humanidad actual se encuentra deslumbrada por lo material, fascinada por lo exterior, no es fácil internarse en la senda interior, son muchos los que decaen en la exploración inicial. Pero con persistencia puede conseguirse, y la recompensa bien vale la pena, porque gradualmente descubrimos nuestras potencias ocultas, nuestra misión para cada encarnación, nuestro destino divino, nuestra conexión con La Divinidad y con los demás seres que pueblan el Universo.
Con frecuencia el miedo disuade a los/las buscadores(as); miedo a encontrarse cara a cara consigo mismos(as), temor a confrontarse con su Ser real e invisible, aprensión hacia lo desconocido o ignorado, aunque cercano y evidente. Tienen miedo de encontrarse con lo que les disgusta de sí mismos(as), con los aspectos negativos de su personalidad que les falta por trascender.
La mayoría de personas hoy, viven en una fragilidad afectiva y emotiva constante que les produce desasosiego. Toman las relaciones íntimas con ligereza, y esto les lleva a desperdiciar preciosas energías que podrían aprovechar para el desarrollo interno. En consecuencia, pierden su sensibilidad y se hacen frágiles e inseguras en su esfuerzo por interiorizarse, por tomar contacto con su Ser íntimo.
De otra parte, el acelerado ritmo de vida que llevan les impide acercarse a su interioridad, cultivar su parte sensible, ya que los afanes de la vida laboral y/o profesional absorben su energía y su tiempo, pues deben atender a sus compromisos económicos y sociales para conservar un estatus que a ellas les parece indispensable, pero que a la hora de la verdad son algo artificial e innecesario en su mayor parte, y que consume sus energías de manera voraz y veloz. Si bien es cierto que deben conseguir pan y techo, a estas necesidades básicas le añaden la interminable lista de superficialidades generadas por la sociedad de consumo, con lo que se echan sobre sus hombros pesadísimas cargas, sin darse cuenta de que esto enlentece su avance evolutivo.
La persona excesivamente racionalista, que todo lo mide con el rasero de los postulados de la física o la lógica, tiene mayor dificultad para introducirse en su interioridad, y si acaso lo intenta, tendrá más dificultades y será más grande su sentimiento de indefensión y frustración a la hora de pretender una experiencia de interiorización.
Es muy corto este espacio para profundizar en este tema, que ya lo hemos tratado ampliamente en los libros que se reseñan en la pestaña “Libros disponibles” de este sitio web. En próximos artículos compartiremos más información a este respecto.
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