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Somos seres inmortales

  • luzenelsendero
  • 26 abr 2021
  • 4 Min. de lectura

La mayoría de las personas jamás se han encontrado consigo mismas y por esta razón, sostienen que la vida está limitada a la existencia del cuerpo, que más allá de la muerte no existe nada, que no hay un creador, etc.

Existe la creencia muy difundida, avalada por la ciencia convencional, racionalista, de que somos un cuerpo que luego de esta experiencia humana ha de desaparecer para siempre, sin trascendencia. El escepticismo generalizado y la proliferación de sectas que incitan a aceptar ciegamente creencias sin fundamento, ha generado mayor confusión en las personas.

Es preciso ir adentro de nosotros mismos, para encontrar respuestas a estos inquietantes cuestionamientos. ¿Es lógico pensar que el universo va a generar miríadas de seres para echarlos a perder al finalizar un ciclo? Cuando estudiamos estos temas desde la óptica correcta, nos damos cuenta de la gran cortina de humo que ha sido tendida sobre la verdadera sabiduría en Occidente, temas que en Oriente son más difundidos, analizados y experimentados, confirmados por las vivencias.

El problema de una gran parte de la humanidad actual, es que por andar tan hundida en el materialismo, han perdido toda conexión con su ser interior y esto les causa desasosiego, porque creen que somos cuerpos animados, robots, marionetas, cuando en realidad somos espíritus, que hacemos uso de un cuerpo durante cierto tiempo y luego regresamos a las regiones suprafísicas para venir de nuevo en una reencarnación, hasta perfeccionarnos.

Si bien las religiones son el opio del mundo y han manipulado y tergiversado la sabiduría, esto no quiere decir que no exista un algo invisible que anima y orienta a cada ser vivo. La vida es eterna y es la vida la que anima nuestro cuerpo, durante el corto período que de acuerdo con nuestro comportamiento le es dado permanecer en este plano. Esa energía que a todos nos une y nos sostiene, puede llamarse Dios, Krishna, Lo Absoluto, Padre Eterno, o como queramos; es una inteligencia infinita, una energía protectora, de la cual nos hemos olvidado por nuestra profunda inmersión en los apegos y vicios del plano material, que nos obnubila y nos distrae.

Los filósofos griegos antiguos han enseñado en una corta frase el camino de la sabiduría, el camino para encontrar la senda de la vida, el camino para encontrar la explicación a todos los interrogantes que a menudo nos formulamos. Ellos instruyen: "Hombre, conócete a ti mismo."

El conocimiento de sí mismo, más allá de saber que somos seres humanos con un nombre, un oficio, un rol social, un grado universitario, etc., es preciso conocer de dónde venimos, hacia dónde vamos, qué somos, qué es la vida y en fin, una serie de preguntas que nos acosan por doquier. Este conocimiento puede conseguirse aprendiendo a penetrar en nuestra propia interioridad, para llegar a tomar contacto con nuestro maestro interno, que es poseedor de una inmensa sabiduría ancestral, de la cual podemos hacer uso cuando conectemos con Él, y esto podemos lograrlo por medio de la meditación-sublimación.

Hace falta que destinemos a diario unos minutos para entrar en meditación y penetrar en nuestra interioridad, y allí tomar contacto con nuestro espíritu, que es el guía, la chispa divina en nosotros.

Es un proceso que no da frutos de la noche a la maña, mucho menos cuando se ha estado convencido de la inexistencia del mundo espiritual; pero con sinceridad, persistencia y devoción, quienes lo intentan pueden encontrar a través de su maestro interno, respuestas a tan inquietantes preguntas como: ¿quién soy?, ¿cuál es mi propósito?, ¿hacia dónde voy?, y muchas más.

No se trata de creer sin reflexionar o de aceptar creencias ajenas, sino de llegar a tener contacto con esa parte de nosotros mismos y de La Divinidad, que mora en nuestra interioridad, que está encarnación tras encarnación a la espera de que nos acerquemos a Él y le planteemos todas nuestras inquietudes, para orientarnos en la solución de cada situación, ya sea trascendiéndola o aceptándola. Porque hay cosas que tenemos que aceptar, ya que corresponden a efectos de causas generadas en el pasado, y por efecto kármico debemos vivirlas en esta encarnación. Si las rechazamos, nos quejamos o nos lamentamos de ello, será más fuerte el sufrimiento, porque son inevitables.

La referencia al espíritu la encontramos en civilizaciones de todas partes del planeta, desde tiempos muy antiguos, incluso en comunidades totalmente aisladas entre sí. También filósofos de la talla de Platón, Plotino, Lao Tse, Pitágoras, por citar sólo unos pocos, han profundizado en estos temas.

El descubrimiento del bosón de Higgs, llamado la partícula de Dios, y la declaración de que el 97 % de los elementos de los que se compone el cuerpo humano, son los mismos componentes de los astros y del universo, son "hallazgos" de la ciencia que concuerdan con las enseñanzas de los maestros de ocultismo, expuestas desde hace varios siglos, contenidas en libros como "Concepto Rosacruz del Cosmos" y "La Doctrina Secreta", entre muchos otros.

Los seres humanos venimos regularmente a este mundo encarnación tras encarnación, no a ser felices ni a ser desdichados, sino a adquirir consciencia a través de las diversas experiencias del diario vivir, las cuales pueden unas ser agradables y otras dolorosas, pero cada una corresponde a una enseñanza que debemos vivir, en la mayoría de los casos, como consecuencia de nuestros actos en el pasado.

Somos espíritus que tomamos cada cierto tiempo un cuerpo físico por medio del cual hacemos el recorrido durante cada encarnación, y conforme nuestros actos de hoy sean benéficos o perjudiciales, así será nuestra vida en futuras encarnaciones. Cosechamos lo que sembramos.


 
 
 

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