Nuestro reino interior
- luzenelsendero
- 8 mar 2021
- 3 Min. de lectura
Las enseñanzas esotéricas nos instruyen para que busquemos la esencia divina que mora en nuestro prójimo. De esta forma nuestro acercamiento a los demás será armonioso, benevolente, tolerante y comprensivo. Así, desarrollamos el sentido crístico en nosotros, que nos lleva a tomar contacto con nuestro maestro interior, la chispa divina en nuestro corazón.
Somos parte inherente de La Divinidad, que es la Luz omnipresente y omnipotente que todo lo impregna y que en todo se difunde. Todos estamos inmersos en su poderoso mar de energía vibrante. Como dice Pablo el evangelista: “En Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.”
Para lograr la perfección espiritual, es preciso que logremos el despertamiento de nuestra chispa divina, el nacimiento del Cristo en nuestra interioridad, lo que sólo podemos lograr mediante el desarrollo en nosotros de cualidades positivas, como pureza de pensamiento y de acto, ternura, devoción, templanza, honestidad, tolerancia, etc. Esto requiere gran esfuerzo de nuestra parte, pero todo es posible con decisión y perseverancia.
La realización de nuestro objetivo espiritual o divino, de tomar contacto con esa gran fuente de energía que todo lo ilumina y de quien recibimos todo poder, toda cualidad, sólo puede obtenerse yendo hacia adentro de nuestro ser y mediante la meditación-sublimación, cambiar gradualmente todo lo que hay dentro de nosotros, lo que se verá reflejado en nuestro mundo exterior como un cambio personal positivo. Seremos más calmados, menos irritables, más reflexivos, menos lujuriosos, más solidarios, menos egoístas.
Al principio, esta magna tarea nos parece muy superior a nuestras fuerzas y capacidades, lo que nos hace pensar que es imposible, que no podemos lograrla, porque estamos acostumbrados a acometer toda empresa desde el ámbito exterior. Nos han enseñado erróneamente a buscar a La Divinidad fuera de nosotros, cuando en realidad está en nuestra interioridad y constituye nuestra fuerza interna, nuestra luz espiritual, nuestra guía hacia los mundos suprafísicos.
A la luz de lo que generalmente se nos enseña en occidente, acerca de La Divinidad y algunos de sus hijos como el maestro Jesús, el señor Buda, el filósofo Platón, y otros, podría pensarse que es un error buscar su guía dentro de nosotros mismos; pero si estudiamos a fondo las enseñanzas de estos grandes maestros, nos daremos cuenta de que todos ellos nos enseñan con su ejemplo y con sus palabras, que vayamos dentro de nosotros mismos y que trabajemos allí, en nuestra interioridad, para conquistar los dominios espirituales. A ese respecto dice el maestro Jesús: “Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.” [Mateo 6,6] No hace referencia a un aposento material, sino al fuero interno de las personas. Orar desde el corazón, que La Divinidad mora allí y desde allí observa todo lo que hacemos, sentimos, pensamos y decimos.
En un comienzo, nos resulta difícil aceptar nuestro papel como protagonistas dentro del esquema evolutivo, ascendiendo a través de la senda espiritual, porque las religiones han tergiversado el significado de las Sagradas Escrituras; pero con el tiempo vamos haciendo consciencia y tomando contacto con fuerzas poderosas que nos guían y nos sostienen en el camino, para que no desfallezcamos ante los muchos escollos que encontramos.
A partir de ese momento percibimos que nuestra angustiosa búsqueda ha concluido, que estamos comenzando a transitar el sendero hacia La Divinidad, que nuestros esfuerzos están dando excelentes frutos, que la ilusión en que estábamos sumidos se va desvaneciendo poco a poco y la luz espiritual se presenta más diáfana y rutilante ante nuestra percepción.
En este momento comprendemos que las enseñanzas y dogmas impuestos por las religiones ortodoxas constituyen un credo manipulado, un conjunto de creencias que tienen sólo la finalidad egoísta de someter a los incautos que caen en las redes de los jerarcas de esas confesiones religiosas. Ya no volveremos a “comer cuento”, a tragar entero, porque ahora hemos aprendido a aplicar el discernimiento, para analizar todo lo que nos dicen o muestran, para aceptar sólo aquello que sentimos que nos conduce hacia nuestro reino interior.
Comentarios