Cosmogénesis
- Juan B Mejía V
- 29 oct 2018
- 3 Min. de lectura
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La siempre existente fuente de Vida, Fohat, al comienzo de un gran período de manifestación o Mamvántara, se presenta como un punto de luz que al expandirse va permitiendo que otras miríadas de puntos de luz se formen en su interior, en grados de densidad cada vez mayor, a medida que avanza en planos de evolución, dando lugar a los múltiples universos, y niveles o estados vibratorios de energía.
Dentro de este magnífico centro de luz, tiene existencia el Ser Supremo, Kether, Anupadaka o el nombre que en cada línea filosófica le sea asignado, y en su manifestación como Fohat, va permitiendo que gradualmente se formen dentro de Sí, miríadas de puntos de luz, en grados de densidad creciente, que darán lugar a universos, galaxias, sistemas, mundos, y dentro de esos mundos, las diversas manifestaciones de vida, como seres de luz, humanidades, animales, vegetales, etc.
Este soberbio proceso, tiene lugar en cuatro estratos principales, los cuatro mundos de la Kabalah, y se desglosa en siete planos, cada uno con siete subplanos, y a través de este paulatino desenvolvimiento, va acortezándose la divina energía de la vida, hasta llegar a sacrificarse en la esfera generadora, para permitir la encarnación de los seres vivos, en el plano material de los distintos universos y mundos.
En este desglose de energías, para dar continuidad a su vínculo energético, Fohat se manifiesta en siete niveles de vibración denominados tatwas o éteres, siendo Akásha en su maridaje con Prana en sus distintos niveles, los que dan lugar a que se exprese lo que conocemos como materia, que realmente es una ilusión, necesaria para nuestro desenvolvimiento experimental, pero perversa cuando estamos convencidos de que es lo único, lo más importante que existe. Lo realmente valioso es el espíritu, lo que somos esencialmente y cuyo predominio debemos restablecer, para que podamos elevarnos a las regiones suprafísicas y continuar nuestro viaje hacia lo trascendente, hacia la verdadera realidad.
Luego de visualizar el prolífico crecimiento de esta maravillosa fuente de energía a través de estratos y estratos, niveles y niveles, llegamos a esta etapa, en la que nos encontramos nosotros y nuestro entorno, en un punto, podríamos decir, intermedio, y un estremecimiento profundo, reverente, me conmueve al constatar que Yo Soy un vórtice más de energía, de las miríadas que pululan dentro de ese gran océano de luz que es la Vida, y que estoy llamado, al igual que todos los seres evolucionantes, a ser un regente de mundos, soles, universos, a través de la eternidad, siempre y cuando conduzca mi pensar, mis acciones, mis imágenes, hacia un derrotero de devoción, de adoración hacia esa Vida, que en los seres vivos se expresa en la esfera de Yesod, en la energía germinal.
Esta maravillosa y poderosa energía, es sólo una manifestación en un grado de densidad acorde con nuestro nivel de desarrollo evolutivo, de la misma energía primigenia que dio origen a todo, y que todo lo sostiene y lo mantiene, en permanente movimiento y vibración, con su Verbo poderoso y prodigioso, y que como un hilo de luz, desciende hasta nosotros para impulsarnos en el crecimiento interior, y para percibir nuestro estado y respuesta, y conocer nuestra disposición a avanzar, y nuestras necesidades y merecimientos para continuar en el sendero.
Desde luego que la atención de nuestras necesidades, la estimación de nuestros méritos, la sanción de nuestros fallos, y todo lo concerniente a nuestro desarrollo, es encargado a una diversidad de seres que actúan como ministros plenipotenciarios de Fohat, pero finalmente la síntesis de nuestro esfuerzo y experiencia es incorporada a Su Magna Consciencia.
Como podemos observar, somos vórtices de luz, vibrando en el gran océano kósmico, aspirando a un destino divino, que se nos ofrece con inmensa generosidad por parte de La Divinidad, y que en la medida en que realicemos las prácticas de sublimación y vocalización, estaremos acumulando méritos, para que algún día este glorioso destino se vaya haciendo una realidad palmaria, según nuestra dedicación al trabajo interno, de acuerdo con nuestro respeto y devoción a esta portentosa energía dadora de Vida, conforme vayamos desprendiéndonos de tantos apegos, vicios y lastres, que estorban nuestro avance hacia tan elevados designios.
Cada día debe ser mayor nuestro fervoroso anhelo de alcanzar tan altas metas, de hacer méritos suficientes, para que en una futura encarnación, ojalá no muy lejana, podamos llegar a fundirnos con La Divinidad, primero en su manifestación en planos inferiores, alcanzado a nuestro Ego, y progresivamente ir conquistando más elevados niveles.
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