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La eterna ley, la única ley

  • Israel Rojas Romero
  • 18 dic 2017
  • 4 Min. de lectura

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En todos los libros tradicionales o arcaicos de las religiones, se hace referencia a la ley, y los lectores suelen mirar aquellos, leerlos sin meditarlo, y sobre todo sin concretarlo en su inteligencia.

La ley eterna, la única ley de la naturaleza es la ley de causalidad, llamada Némesis por los Griegos y Karma por los filósofos del misterioso oriente.

Esta ley es inviolable y eterna, no variando en modo alguno en tiempo y espacio.

El señor Buda fundamentó su doctrina en la ley de Causalidad, y nada se puede comprender de su doctrina si no se conoce a fondo, si no se ha establecido verdadera comprensión de la Eterna Ley.

El Divino Maestro Jesús, el instructor Galileo, fundamentaron toda ética, toda moral y toda responsabilidad humana al decir: “Con la vara que midiereis, seréis medidos; lo que hiciereis a otros eso harán a vosotros”. El que medite profundamente en el contenido fundamental de esa frase, se dará cuenta que ella encierra en sí el sentido de la Eterna Ley, de la única Ley.

En el estado actual del mundo, la humanidad, dominada por sus más bajos instintos, acicateada por el más lamentable de los egoísmos, piensa que lo único bueno es obtener para sí las cosas de su inmediato interés, sin importar para nada los derechos y dignidades de sus hermanos en la humanidad; el resultado de ello es que el caos, la locura, la envidia y la tragedia estén rodeando constantemente a la especie humana, como lógica y natural consecuencia de su irresponsabilidad en el obrar.

“Lo que no es bueno para todos, no sirve realmente a ninguno” y es esa la causa por la cual los que trabajan por la realización de sus egoístas aspiraciones, sin tener para nada en cuenta los legítimos derechos de sus congéneres, han creado y están creando para ellos el desastre de la causa final en sus personalísimas aspiraciones.

Es indispensable que el pensamiento genuinamente cristiano, de Amor y mutuo servicio, sean bien comprendidos y realizados, para que la humanidad pueda formar un mundo mejor.

No es a base de egotismo como los problemas pueden ser resueltos; es comprendiendo y actuando de acuerdo con la ley de causalidad y de amor fraternal, como el ser humano podrá solucionar sus problemas, al par que ayude a dar solución a los demás.

El ser humano que se imagina dar placidez y éxito a su vida, sacrificando la dignidad y los legítimos derechos de sus congéneres, no hará otra cosa que crear para sí mismo el Caos y la miseria física y moral, como lógica y natural consecuencia de sus equivocados actos.

La ley de Causalidad, ley inmutable, debe ser la norma en que se fundamente todo acto, y toda noble y digna moral.

Los Rosacruces fundamentan todo progreso en el conocimiento y aplicación de esa ley; o sea de la única Ley, y así han podido predecir acontecimientos, porque en el acto inicial queda ya determinado el resultado consecuencial del mismo.

En este momento crucial de la historia humana, cuando el caos envuelve al mundo, es indispensable que los espiritualistas, los idealistas conscientes, hagan conocer al mundo la actuación de la eterna ley de Causalidad, y así contribuirían eficazmente al mejoramiento del mundo.

Si algo bueno hay en la vida de un individuo, es porque ese alguien en el pasado de su vida actual o vidas anteriores, ha obrado con nobleza y rectitud. Si algo negativo o destructor, malo o perverso existe en su naturaleza, es porque en su actual vida o las precedentes, ha obrado en forma equivocada, y el mal que ahora experimenta, es el natural resultado de su incorrecto obrar.

Algunos, cuando experimentan alguna tragedia o cometen alguna falta, piden perdón para sus faltas, ignorando el hecho de que si el perdón pudiera existir, La Divinidad sería injusta; pues perdonaría egotistamente a aquellos que encaran su rodilla ante su propia vanidad, y aplicaría la violación de la justicia o de la ley, solamente para aquellos que no dieran satisfacción a su orgullo de autoridad; no existe resarcimiento a través de un agraciado perdón, sino el riguroso cumplimiento de la Ley de Causalidad: la reacción sigue a la acción, como la sombra al cuerpo, y como la rueda del carro, el pie del caballo que lo conduce.

Si alguien posee inteligencia excepcional, es porque en el pasado de sus vidas se ha esforzado en desenvolver tal cualidad; si aquel otro es por naturaleza pintor, escultor, músico o poeta, es porque en el pasado de su evolución se ha esforzado en educir esta o aquella cualidad; “en el camino de la evolución nada se nos da que nosotros no hallamos conquistado”.

Por ello, si deseamos para mañana un bien mejor, debemos practicarlo con nuestros semejantes; si deseamos ser sabios, debemos estudiar cultivando la sabiduría; si queremos ser artistas o estetas, debemos dedicarnos a cultivar la sensibilidad del alma; si carecemos de voluntad, debemos empezar desde ahora a ejercitar actos que nos conduzcan progresivamente a su obtención, y así sucesivamente. Todo absolutamente, depende de la orientación que demos a nuestras vidas, para así poder obtener lo que más agrada a nuestra dignidad y a nuestra conciencia.

Debemos rendir culto riguroso a la Verdad, a la Belleza y al Bien, y así con esta triple aspiración, nos iremos acercando gradualmente a la cima de las grandes realizaciones del espíritu.

 
 
 

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