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Amor verdadero

  • Juan B Mejía V
  • 22 ene 2018
  • 2 Min. de lectura

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Si le preguntáramos al común de las personas: ¿Qué es el Amor? Muy seguramente responderían: “es querer a alguien”. Y si continuáramos preguntando: ¿Qué es un gran amor? Quizás dirían: “querer apasionadamente.”

Pues bien, estas respuestas están diametralmente alejadas de lo que es el verdadero Amor. En primera instancia, la palabra “querer” lleva implícito un alto grado de egoísmo, pues indica que se desea algo para sí, que hay un interés particular en la relación. En segundo término, la pasión nos aleja del verdadero Amor, puesto que esta aparece cuando el instinto nos domina, cegando nuestro entendimiento y opacando nuestra sensibilidad. En este momento, la relación se convierte en un desenfrenado goce sexual que poco tiene que ver con el Amor.

La mayoría de las personas buscan que su pareja les haga felices. Están siempre a la espera de recibir algo de la otra persona; ya sea comprensión, caricias, placer, compañía, etc. Buscan la felicidad en el recibir, pero la felicidad real y duradera está en el dar, en el entregarse espiritualmente.

Estos desajustes en la relación de pareja conducen al apego, ya que mientras mayor goce encuentran en ella, mayor es el deseo de permanecer a su lado, más grande es el miedo de perder su compañía; y con el tiempo, este apego se convierte en algo enfermizo generador de conflictos, desajustes y enfermedades.

El verdadero Amor debe elevar a los seres; debe proyectarlos en la evolución; debe estar exento de egoísmo y de condicionamientos. El verdadero Amor debe ser un sentimiento sublime, desinteresado, altruista. Quien realmente ama, no busca satisfacciones egoístas sino que aspira a proporcionar felicidad y armonía al ser amado. Quien realmente ama a su pareja, es quien está en completa disposición para alejarse, si con ello abre paso a la felicidad de esa persona; en esta renuncia expresa el más puro y verdadero Amor.

Pero ¿qué tenemos en la actualidad? Deseo desmedido de posesión: cada uno quiere dominar a su pareja. Interés personal: todos buscan que su pareja les haga felices. Locura, desenfreno: Las parejas se entregan al goce desmedido de la pasión sexual, lo que conduce a la degradación y al desperdicio de poderosas y valiosas energías que debieran ser empleadas para el crecimiento evolutivo de la humanidad.

Para que nuestra relación sea sana, evitemos que nos dominen el egoísmo y la pasión, sublimando la energía generadora para elevarla a regiones celestes, con el fin de crecer evolutivamente y encontrar armonía y felicidad permanentes. Ya es tiempo de que realicemos las enseñanzas del Divino Maestro de Nazareth, que hace más de 2.000 años nos dejó el más grande mandamiento, el del verdadero Amor: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado.” ¿Y cómo nos ha amado Él? Con pureza, con altruismo, con bondad.

 
 
 

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