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Hombres Dioses

  • Iván Darío Quintero de la Pava
  • 30 abr 2018
  • 2 Min. de lectura

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Somos parte inherente de la Vida Cósmica, de la esencia misma del Universo y como chispas de la Gran Llama Cósmica, como gotas del Gran Océano de la Vida Universal, tenemos latente la misma capacidad volitiva, conscientiva, sensorial, intelectiva y espiritual del Logos. Sin embargo, nuestro Espíritu, nuestra chispa divina, Dios en nosotros, inicialmente en la evolución no puede manifestar su Divinidad, su grandeza, debido a que los cuerpos o vehículos físico, vital, emocional, mental, imaginal, sensorial y conscientivo son todavía muy imperfectos.

Supongamos un ejemplo: un músico virtuoso dice: “Yo soy un virtuoso del violín”; pero nadie le cree, porque no tiene un violín a mano para mostrar lo que sabe. Él conoce algunos rudimentos de cómo fabricar un violín, consigue la madera y trata de hacerlo, pero como no es un maestro en el arte de fabricar violines, el instrumento que hace con los materiales y las herramientas que tiene, le resulta tosco y cuando trata de hacerlo sonar, no suena bien. Él insiste en que es un virtuoso, pero nadie le cree porque su interpretación suena mal. Trata de hacer otro violín con la experiencia que tiene y le suena diferente, entonces dicen: “Como que sí tiene idea”. Pero de pronto algún día le llega importado un Stradivarius, lo hace sonar con la maestría de un Paganini y dicen: “Sí señor, este hombre es un maestro y no lo sabíamos”.

Nosotros somos iguales. Todos los seres humanos somos maestros, todos somos dioses en potencia, no Dios, pero tenemos unos instrumentos tan imperfectos —cuerpos físico, vital, emocional, mental, imaginal, sensorial y conscientivo— que nos demoramos muchos miles y miles de vidas, de encarnaciones sucesivas tratando de hacer un instrumento cada vez más perfecto, más delicado, más sutil, más sensible, para que el Espíritu pueda manifestar al fin su grandeza, hasta cuando finalmente la manifestará.

Hasta el más perverso de los seres que en este momento tiene sus vehículos físico, vital, emocional, mental, imaginal, sensorial y conscientivo tan rudimentarios, dentro de millones de años habrá de demostrar que es un dios encarnado, un dios entre los hombres. Eso vamos a ser todos sin excepción. Por eso no podemos menospreciar a nadie ni pensar mal de nadie.

Cada uno de nosotros está en una lucha titánica por trascender sus humanas debilidades, sus insuficiencias, sus caprichos. Es difícil, no se logra en una sola vida. En una sola encarnación no podemos ser perfectos; podemos comenzar, recorrer mucho camino, pero nos falta por caminar. Es un proceso lento, pero tenemos que comenzar. Mientras más rápido comencemos, más pronto avanzaremos.

 
 
 

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