La bipolaridad eterna
- Iván Darío Quintero de la Pava
- 13 ago 2018
- 3 Min. de lectura
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La bipolaridad se manifiesta en los diferentes campos y podríamos investigarla en cualquiera de los reinos, en cualquiera de los mundos, en cualquiera de los estados y siempre encontraríamos esa eterna realidad del binario.
Esa eterna realidad de la vida no puede existir separada, tiene que haber algo que la comunique con todo, algo que la acerque, que la fusione, que la interrelacione, y esto lo hace el tercer aspecto de La Divinidad. Por eso, la religión católica romana habló durante los primeros siglos del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En las catedrales en Europa, se observa en los vitrales un viejo de barba simbolizando a Dios-Padre, al Señor Jesús como Dios-Hijo y una paloma arriba de ellos como Dios-Espíritu Santo.
Con el paso de los siglos, los jerarcas de esta iglesia se dieron cuenta de que posiblemente habían cometido un error, porque faltaba el aspecto femenino, la Madre de Dios; de manera que establecieron el culto a la virgen María, y en adelante hablaron del Padre, la Madre y el Hijo. Son conocimientos que habían derivado de la sabiduría de los persas, quienes tenían en sus misterios el culto a la virgen.
En el Oriente siempre se ha hecho referencia a ese divino ternario como Brahma, Vishnú y Shiva. Brahma el Creador, Vishnú el Preservador y Shiva el Destructor (Renovador). Entre los egipcios eran Osiris, Isis y Horus; Osiris, la deidad como Padre; Isis, la deidad como Madre y esposa; Horus, la deidad como Hijo, el dios de los cielos.
El ternario, que es la bipolaridad más la síntesis o punto de armonía de la bipolaridad, nos enseña de un aspecto masculino, el Padre, de un aspecto femenino, la Madre —siendo ésta el mismo Espíritu Santo— y de un aspecto armonizante, andrógino —distinto de hermafrodita— el Hijo.
En nuestra interioridad, el Padre es la consciencia, radicado en el cerebro; el Hijo es el amor impersonal radicado en el corazón, y la Madre, como dirían los orientales, es la divina energía de la Vida radicada en el centro generador. Por eso se dice que la virgen María sale de las aguas (Stella Maris) y se eleva hacia el firmamento. En India llaman Shakti a la divina virgen, la Divina Madre.
Las aguas corresponden a la esfera substancial; son las llamadas aguas de la Vida, porque tienen naturaleza ácuea. Es la substancia germinal que en la fusión de la semilla masculina con la femenina, permite que puedan ser engendrados otros seres, que están esperando renacer, para continuar su evolución y su progreso.
Lo masculino, el varón, y lo femenino, la dama, al relacionarse, permiten que surja entre ellos el compañerismo, el amor, la amistad, y que puedan engendrar. Es el poder del binario actuando en el ternario. La unidad representa el aspecto masculino, la consciencia; el aspecto dual, el número dos, representa lo femenino, el amor; y el ternario, la generación universal.
Si no existiera generación, no podrían existir vida ni evolución. Siempre tiene que haber algo que relacione a los contrarios en polaridad, pero complementarios en la vida, porque lo masculino y lo femenino se complementan permanentemente en todos los momentos de la existencia.
Ojalá que comprendamos un poco acerca del maravilloso poder de la bipolaridad, que no somos nadie estando solos, que el ser humano no vino para estar solo, que el hombre necesita constantemente de la mujer y ella necesita del varón, que esa relación debe ser armoniosa, espiritual, bella, perfecta, para que así una humanidad más consciente y espiritual pueda continuar por los derroteros de la evolución y del progreso.
Extractado de la obra: La bipolaridad eterna, por Iván Darío Quintero.
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