No existe el azar
- Jorge Hernando Santos
- 24 sept 2018
- 4 Min. de lectura
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Todo en la naturaleza sirve a sus fines y se agrupa de manera jerárquica de un modo maravilloso, pudiéndose observar en la inmensidad del Cosmos, que todo se encuentra entrelazado formando un todo armonioso, en el que cada cual le sirve al otro y viceversa. Si bien se ha establecido que el Universo se halla en expansión, esta no es anárquica, y los cuerpos, desde el más pequeño hasta el más grande, y desde el más simple hasta el más complejo, se encuentran sujetos a la fuerza gravitacional que ellos mismos generan, formando un entramado extraordinario de fuerzas centrífugas y centrípetas que les agrupa y separa, a la vez que la observación les da una identidad como cuerpos, conformando un todo identificable, sujeto a leyes que se cumplen con un rigor matemático inflexible.
El polvo cósmico es la materia que más abunda en el Universo, abarcando extensiones y superficies inauditas que no caben en nuestra imaginación, sirviendo de fundamento al origen de las nebulosas primero, constituyendo también la materia prima que da origen a las estrellas, las que a su vez lucen conformando constelaciones, y estas agrupándose en galaxias. ¿Cuánta distancia hay entre estrellas, aun si se trata de estrellas cercanas? e igualmente ¿cuánta distancia entre constelaciones; y más aun, entre galaxias? Son magnitudes que sólo pueden escribirse bajo nomenclaturas matemáticas con muchos ceros por delante (10 a la n), de no fácil comprensión y más difícil aun de asimilar por la imaginación. Es la diversidad del Cosmos formando sistemas y sistemas, universos y universos, y en esta vastedad, el Planeta Tierra, el Sistema Solar y la Galaxia misma de la que hacemos parte (La Vía Láctea o Camino de Santiago) somos apenas un equivalente microscópico, o menos, de todo cuanto en sí constituye la infinitud del Universo.
Cuando se ve ese gran Todo en equilibrio, que es el Cosmos en general, no sólo en lo macro sino en lo micro, es entonces cuando tiene uno que rendirse ante la evidencia, de que nada de aquello es fruto del azar, de que todo cuanto se manifiesta en el mundo de la forma, -incluidos nosotros los seres humanos- somos expresión de la presencia de inteligencias Subjetivas jerarquizadas, que gobiernan cada parte, y una inteligencia subjetiva Superior que gobierna al conjunto, viéndose en cada cosa, en cada fenómeno, en cada ser, la infinita escala de la evolución, que es finalmente evolución de la Consciencia.
Así en el planeta, tal Consciencia Subjetiva duerme en el mineral, deviene vitalidad y expansión en el vegetal, se vuelve emoción y movimiento en el animal, y se torna mente y Consciencia diferenciada en el Ser humano. Nos falta aún por desarrollar a profundidad la Imaginación creadora, que es lo que propiamente permite dar lugar a toda nueva creación; y Amor -el Cristo, en términos de religión- que es el fundamento y sustento de Todo, para algún día poder llegar a ser Uno con la Consciencia del Planeta y por esa vía, unirnos a la Consciencia del Sistema Solar y del Cosmos.
Desde lo físico, “polvo de estrellas” es lo que realmente somos: oxígeno, carbono e hidrógeno, y un puñado de elementos que costarían muy poco en cualquier tienda de productos químicos; pero junten estos productos químicos, déjenlos marinar en algún lugar acogedor alrededor de 3.800 millones de años, y la mezcla insulsa de moléculas se convierte en algo muy valioso. Hay más de 6.000 millones de cuerpos humanos viviendo en la Tierra, y cada uno de nosotros es la fusión de 100 mil millones de células microscópicas. Si bien los planos de cada individuo son en el 99% idénticos, ninguno es exactamente igual a otro. Células, tejidos, músculos, huesos, corazón, cerebro; todos deben reunir sus fuerzas y unirse, sólo para despertarnos. (“La increíble máquina humana” Programa de t.v. presentado en National Geografic Channel, en español). Y así pudiéramos seguir hablando sobre el sinnúmero infinito de fenómenos de la naturaleza, todos ellos bellos en sí, dotados de una inteligencia subjetiva per se, formando un todo armónico extraordinario que sólo es percibible desde el conjunto, que es tanto como ver la belleza del árbol, pero así mismo contemplar la belleza del bosque y descubrir su unidad entre sí y con el resto de cuanto le rodea.
Es claro que por doquier hay siempre una Dualidad o Binario de Energía-Materia y Consciencia, que siempre se resuelve en un Ternario; porque a este Binario se le une la Armonía, siendo inseparables los tres entre sí, sólo desglosables por el pensamiento. Este Ternario corresponde en realidad a la Triunidad de la religión: el Padre, la Consciencia o inteligencia per se que gobierna; la Madre o Espíritu Santo, la Energía-Materia en movimiento perpetuo; y la Armonía, que subyace en este movimiento, el Cristo, que une y da sentido al Binario. Este esquema es filosófico (la Consciencia), es científico (el movimiento), y es místico (La Armonía del Cristo) y fue formulado por lo menos seis siglos antes de la era cristiana en la teoría del Ying y el Yang, que se resuelve en el Tao, que además de método filosófico es un extraordinario método científico.
El argumento simplista, mecánico y sin fundamento, es pensar que todas las cosas y los seres en el Universo, existen por azar, se mueven al azar, se relacionan al azar y como fruto del azar todo se organiza de manera maravillosamente ciega y espontánea, ordenándose y armonizándose porque sí, lo cual es un completo absurdo. Obsérvese que este mismo “argumento” ha sido transpolado por muchos economistas de ayer, al decir que la economía de mercado se organiza sola, y por sí sola resuelve sus crisis mejor que con la intervención del Estado; todo lo cual como se ve hoy, es un absurdo extraordinario.
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