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La personalidad

  • Iván Darío Quintero de la Pava
  • 1 oct 2018
  • 2 Min. de lectura

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La mayor parte de la gente se identifica con su cuerpo físico, con sus emociones, con sus pensamientos o con su personalidad en general. La palabra personalidad viene del griego personare que significa máscara; por lo tanto, la personalidad es la máscara con la cual aparecemos ante los demás, tratando de mostrarnos mejor de lo que realmente somos.

Se utiliza inadecuadamente el concepto de personalidad, hablando de seres con mucha “personalidad” como si se tratara de mucho “carisma”. Las personas de mucho carisma sobresalen no por su personalidad, sino por su Individualidad.

Esotéricamente, la Individualidad corresponde a los vehículos superiores llamados Imaginación creadora, Sensibilidad y Consciencia, en los cuales nuestro Espíritu manifiesta sus capacidades, mientras que la personalidad corresponde al conjunto de los cuerpos físico, vital, emocional y mental, que son los vehículos inferiores que utiliza nuestro Espíritu o Yo superior, para manifestarse en este mundo tridimensional. El Espíritu en su esencia es divino, porque es una chispa de la Gran Llama (Dios); pero los cuerpos o vehículos que utiliza, no están suficientemente desarrollados para manifestar la grandeza que todos llevamos dentro. Es por eso que en el sendero del perfeccionamiento progresivo, tropezamos y caemos con tanta facilidad.

La personalidad es la que hace a las personas más instintivas, emotivas y pedantes, porque la personalidad tiene que ver con la lujuria, la gula, la pereza, la codicia, la ira, la envidia, los celos, el temor, la mentira, la deshonestidad, el orgullo, la soberbia, la vanidad, que básicamente son los peros que todos tenemos en mayor o menor medida, dependiendo de cuánto nos hayamos cultivado internamente en el proceso de la evolución.

Esos peros o defectos, son nuestros propios “hijos” que alimentamos y fortalecemos cada vez que caemos en ellos; de esta manera nos mantienen esclavizados. Dice en la obra “La Voz del Silencio”: “No creas que pueda extirparse la concupiscencia satisfaciéndola o saciándola, pues esto es una abominación inspirada por Mara. Alimentando el vicio es como éste se desarrolla y adquiere fuerza, a la manera del gusano que se ceba en el corazón de la flor”.

Todos los aspectos negativos de nuestra personalidad, son las humanas debilidades que tenemos que ir trascendiendo, para que pueda brillar la luz de nuestro Espíritu, es decir: la divina Individualidad.

El desarrollo interno no se logra de la noche a la mañana por el hecho de que queramos ser mejores. Para ello tenemos que renacer una y otra vez en este Mundo Físico y trascender todo lo negativo, para que podamos unificarnos con lo bueno y de esa manera, progresivamente llegar a lo mejor, a lo óptimo, a lo superior, en un proceso de perfeccionamiento ad infinitum.

 
 
 

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