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El árbol humano

  • Juan B Mejía V
  • 30 abr 2019
  • 4 Min. de lectura

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Omraam Mikhael Aivanhov, en su obra: El trabajo alquímico, expone su idea de que el ser humano puede asemejarse a un árbol, en el cual las raíces representarían el estómago y el sexo, ya que a través del primero nos nutrimos y por medio del segundo nos reproducimos. El tronco sería el símil del corazón y los pulmones, pues las corrientes sanguíneas procesan el aire y los nutrientes para mantener el organismo en funcionamiento. Y las hojas, las flores y los frutos, serían la representación de la cabeza, porque a través de ella producimos los diversos frutos humanos. Tanto en el árbol como en el humano, todos los sistemas están interconectados entre sí.

Me parece esta una excelente analogía para reflexionar acerca de la situación de la humanidad, y profundizando en ello, podremos encontrar las causas de la profunda crisis que estamos viviendo en los tiempos actuales.

La base de nuestras dificultades está en la raíz, en el aspecto que corresponde al sexo, que es donde se manifiesta la fuente de la vida, la fuente del poder, pero como estamos (como la raíz) profundamente afincados en la tierra, esa fuente de poder la desperdiciamos en vicios, lujuria, celos, emotividad, y otros actos por el estilo.

Son muy pocas las personas que han tomado consciencia de esta profunda realidad, y han aprendido a esforzarse en preservar estas preciosas energías, que al no ser dilapidadas en excesos, sino más bien elevadas hacia los centros superiores, para producir jugosos frutos en todos los ámbitos.

No se trata, en este caso, de reprimir el instinto o rechazar a la pareja, sino de acercarse a la otra polaridad (el hombre a la mujer y la mujer al hombre), con armonía, ternura, sin lujuria, sin emotividad, haciendo consciencia de que la energía contenida en la sustancia sexual es de origen divino, y que su esencia es la misma esencia con la que se han generado universos, galaxias, mundos, soles, y todo en el Kosmos. Por esta razón, la ciencia la denomina “Polvo de estrellas”.

Veamos ahora el otro aspecto comparativo con la raíz, el estómago, otra fuente de desajustes en la humanidad, ya que ingerimos grandes cantidades de alimento, innecesarias, porque después de los 22 años, de acuerdo con estudios médicos, comprobados por millones de personas, debemos consumir menos alimentos, hasta llegar a comer sólo la cuarta parte después de los 60 años. Otro factor nocivo es el consumo de elementos inapropiados para nuestros cuerpos, como trigo, arroz, café, azúcares y endulzantes artificiales, y una gran cantidad de productos nacidos del afán de enriquecimiento de las multinacionales, que en lugar de aportar nutrientes y elementos benéficos para el organismo, lo que hacen es intoxicarlo, obstaculizar la digestión, desequilibrar la tensión sanguínea, producir cáncer, provocar obesidad mórbida, y en general, desequilibrar los procesos orgánicos, generando multitud de enfermedades.

Ascendamos ahora a los órganos asimilados en este análisis, al tronco. Comencemos con los pulmones. Como si fuera poca la intoxicación del organismo con alimentos químicamente producidos y otros inadecuadamente empleados, estamos constantemente expuestos a la polución o contaminación del medio ambiente, producto, otra vez, del afán de enriquecimiento de los grandes inversionistas, que hacen impotable el agua de los ríos, destruyen los bosques generando terribles e irreparables desórdenes a la expresión climática, contaminan el aire con emisiones de multitud de fábricas que desatienden las normas ambientales, porque les importa más generar ingentes ganancias, que destruir la salubridad de las ciudades o los efectos nocivos de la polución. De otro lado, una enorme cantidad de vehículos circulan por las calles y crece exponencialmente día a día, contaminando el aire por doquier.

Pasemos al corazón. Esotéricamente se enseña que el corazón es el músculo más desarrollado del ser humano, y que llegará a ser el centro de comando de la grandeza de los seres que vivirán en tiempos del futuro cercano. Pero en la actualidad, ¿qué hacemos con él?, lo endurecemos con odios, rencores, resentimientos, ansiedad. Lo esclerosamos con el consumo excesivo de carbohidratos y grasas. Lo desestimulamos con la falta de amor, la carencia de solidaridad, la ausencia de ternura.

Veamos ahora el órgano asociado con las hojas, las flores y los frutos: la cabeza. Es la que produce los frutos, tanto intelectuales como sociales, familiares, personales, etc. Generamos ideas, pensamos, hablamos, escribimos, caminamos, y todo lo que hacemos es dirigido desde la cabeza. La calidad de lo que producimos está en relación directa con la cabeza, y la capacidad productiva de la cabeza está en relación directa con el estado de sus fuentes de nutrición, el tronco y las raíces.

De manera que si hemos descuidado la alimentación y tenemos un abdomen voluminoso, debido a varios kilos de heces acumulados en el tracto digestivo, nuestra cabeza se embota y no podemos ni pensar, porque todo el tiempo estamos aperezados, adormilados, sin deseos de hacer algo. Si consumimos alimentos en forma moderada, pero ingerimos productos tóxicos como café, licor, tabaco, endulzantes artificiales, y otros productos no naturales, nuestras ideas no son tan claras y profundas como debieran, y nuestros frutos, por lo tanto, son mediocres, intrascendentes.

De otro lado, si malgastamos la sustancia sexual en excesos, en lujuria, en emotividad, en celos, en peleas, en codicia, etc., la energía germinal, que debería ascender a los centros cerebrales para nutrirlos y abrillantar nuestra ideación, nuestra imaginación, nuestro verbo, se desperdicia y no somos esas personas con ideas claras, con voluntad firme, con carácter vigoroso, con elevada capacidad creadora que debiéramos ser.

Se atribuye al maestro Jesús la frase: “Por sus frutos los conoceréis.” He ahí una clara visión de lo que somos y de lo que podríamos llegar a ser, tan sólo con un pequeño cambio en nuestras imágenes, actitudes y acciones: abonar adecuadamente las raíces, para que el tronco pueda transportar savia poderosa hacia la cabeza; evitar los ambientes demasiado contaminados, tanto física como mentalmente. (A menudo, la polución mental proveniente de pensamientos, palabras, ideas negativas, es más nociva que la misma contaminación física.)

¿Cómo se hace? Consumiendo sólo aquellos alimentos que aporten algo positivo a nuestro organismo, y eliminando de nuestra dieta los que lo bloquean y descontrolan. Evitando los excesos sexuales, emocionales y los estados negativos como ira, celos, envidia, intolerancia, emotividad, etc.

Por supuesto que esto no se consigue de la noche a la mañana; se requiere de un proceso adecuadamente programado, que comienza con la toma de consciencia de lo que está bien y de lo que está mal en nosotros, para comenzar a sustituir hábitos negativos por positivos gradualmente, y de esta forma conquistar paulatinamente un escalón en el avance evolutivo.


 
 
 

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