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Somos lo que imaginamos

  • Juan B Mejía V
  • 21 may 2019
  • 3 Min. de lectura

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Los seres humanos tenemos la creencia de que somos individuos separados de la colectividad, que estamos aislados del entorno y de las cosas; pero la realidad es que somos una unidad. Todos estamos unidos por medio de invisibles hilos de energía que nos interpenetra. De igual manera estamos integrados con el mundo y el universo, y de tal forma lo que somos, y lo que pensamos y hacemos, afecta directamente al mundo en sí y a los seres que con nosotros lo habitan.

Los movimientos telúricos, los desfases climáticos, los efectos devastadores de las avalanchas, los deshielos y otros fenómenos naturales, son consecuencias de nuestros pensamientos, imágenes, palabras, sentimientos y acciones. Estamos en el paraíso y lo hemos convertido en un infierno, debido a las pasiones desbordadas, la codicia desmedida, los odios enconados, los pensamientos turbios, el egoísmo reconcentrado y todo lo negativo que está manifestando la humanidad actual.

De este hecho se desprende, que son inválidos los títulos o etiquetas tales como alemán, ruso, negro, blanco, hombre, mujer, sabio, campesino, pastor, rico, pobre, o cualquiera otra denominación derivada de la superficialidad de los medios culturales y sociales.

Todos formamos una unidad indivisible con la esencia que anima el cosmos, La Divinidad, la Consciencia Universal, y dentro de ella somos, vivimos, actuamos, y creemos ilusamente que somos independientes.

Se ha dicho que somos generados a imagen y semejanza de Dios, La Divinidad. Es por eso que somos realmente conciencia, que inicialmente es estrecha y deslucida, y que a medida que nos esforzamos por ser mejores personas, por descubrir los secretos del universo, por acercarnos solidariamente a las personas, nuestra consciencia se va ensanchando, se va enriqueciendo y se abrillanta, con las experiencias que día a día, momento a momento vamos viviendo.

Si yo cambio, todo cambia. Es una ley incontrovertible. Si yo cambio mis actitudes hacia los demás, los demás cambiarán la forma como me ven, como me sienten, como me tratan. Cada uno de nosotros puede ser generador de un cambio en la humanidad, a través de su propio cambio. Aunque en un comienzo no es notorio el efecto de nuestro cambio, este se puede observar, sentir, palpar, a medida que avanza el proceso a través del tiempo.

Como consecuencia de estos hechos, todo lo que pensamos, hacemos, imaginamos, etc., nos afecta a nosotros y a toda la humanidad de la que formamos parte integral; por eso, cuando en una comunidad existen personas que generan sentimientos de odio, de maldad, etc., estos aspectos negativos se van expandiendo como energía oscura hacia el resto del conglomerado, gradualmente, hasta compenetrar a la humanidad toda. En cambio, cuando en otra comunidad, se emiten pensamientos de solidaridad, de amor, de armonía, estos aspectos se van propagando en ondas de energía luminosa, hacia la comunidad misma y hacia todos los habitantes del planeta, generando una corriente de energía luminosa que envuelve a todos y a todo.

Lo que imaginamos, se expande y regresa a nosotros y a nuestro entorno, convertido en hechos reales y concretos en algún momento de la existencia. Seamos más responsables con las imágenes y pensamientos con los que impregnamos nuestro mundo, nuestro ambiente, para que siempre compartamos lo mejor de nosotros, en pensamientos e imágenes de dicha, plenitud, prosperidad y paz. Como lógica consecuencia, recibiremos iguales sentimientos de los demás, y como resultado sentiremos primero un gran cambio en nosotros, luego en nuestro entorno, enseguida en la comunidad local, y gradualmente se va extendiendo a toda la humanidad.


 
 
 

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