El poder de la energía sexual
- Iván Darío Quintero de la Pava
- 29 may 2019
- 5 Min. de lectura
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Tomado de la obra: El Talón de Aquiles, de Iván Darío Quintero
La fuerza psicogenésica es una energía tremendamente poderosa; es la que permite que los seres vivos puedan perpetuarse, que los animales puedan tener su relativa libre actividad y que los seres humanos podamos amar, pensar y cultivar todas las posibilidades infinitas que subyacen en nuestra interioridad. Es la Piedra Fundamental con la cual el gran Artífice del Universo generó todo cuanto existe. Es el poder generador que se encuentra en todos los reinos de la Naturaleza, donde la Divinidad se hace ostensible como Substancia-Vida.
En los seres humanos, la energía generadora se encuentra radicada en la zona sacro-coccígea. El hueso sacro localizado en la base de la espina dorsal, en directa relación con el plexo sacro, consta de cinco vértebras fusionadas entre sí. Los antiguos anatomistas que tenían conocimiento esotérico, lo denominaron “sacro”, porque allí se almacena la sagrada energía de la Vida.
El Aliento de la Vida Universal (el Alma del Mundo) y el fuego interior (la energía sexual), convertidos en Substancia-Vida (Sustancia germinal), permiten que a través de la generación podamos concebir nuestros hijos. Un espermatozoide y un óvulo tan ínfimos, tienen en sí la posibilidad de permitir que Egos perfectos y divinos, puedan encarnar para ayudar a la humanidad. ¡Cuánto poder en la semilla, porque en ella está presente la Vida!
Cuando se acercan íntimamente el hombre y la mujer, ese Fuego interno aumenta, debido a la polarización de la energía electromagnética que subyace en el ser humano. A mayor cantidad de ese calor, mayor posibilidad de atracción de la pareja, bien sea para la generación, para la regeneración o desafortunadamente para la degeneración del ser.
La energía generadora tiene un portentoso poder, tanto en los varones como en las damas. En la energía sexual está latente el poder del Fuego Creativo del Espíritu Santo, que un día por el amor de nuestros padres, hizo posible nuestra existencia como seres diferenciados. Si sabemos utilizar ese poder, podremos llegar a ser sabios, felices y perfectos.
En los varones, la energía generadora es irradiante en el sexo, y absorbente en el cerebro, mientras en las damas, es irradiante en el cerebro, y absorbente en el sexo, lo que permite al varón fecundar a la mujer en lo físico, y a la mujer fecundar al varón en lo metafísico, logrando la armonía perfecta de lo masculino-femenino, de los polos opuestos y complementarios, o cortocircuito cuando ambos son del mismo género.
Cuando no se abusa de esa energía, ella por acción del amor se revierte hacia la esfera del corazón, para convertirse en sensibilidad, en estética, en bondad, en altruismo, se desplaza hacia la laringe para expresar todo aquello que bulle en aquella persona, que siente la armonía de su vida interior o la convierte en fuerza conscientiva, en sabiduría, cuando esa energía se dirige hacia el mundo de la consciencia.
La prodigiosa energía generadora se simboliza por el báculo de poder, porque en ella está escondida la Vida del árbol, el instinto del animal, la inteligencia y la consciencia del hombre y el Amor universal del Adepto. También se simboliza por la espada de dos filos, porque cuando conocemos y aprendemos a dirigir la energía generadora, es decir, a sublimarla, nos lleva por los senderos de la sabiduría; pero al desconocerla y dilapidarla, vamos por el camino de la destrucción.
La energía generadora es el “cetro ardiente de Lucifer”, con el cual podemos dar muerte cuando la empleamos en las bajas pasiones; pero también es la “Cruz santa del Redentor”, con la cual se puede llegar a la relativa perfección en el sendero que nos hayamos marcado.
Moisés salvó a su pueblo en el desierto levantando la serpiente sobre los brazos de la cruz, símbolo del ser que sublima y eleva su energía generadora para derivar consciencia, sabiduría, inteligencia y sensibilidad. Los grandes sabios y artistas fueron grandes, porque no se preocuparon por dar sustento a las bajas pasiones, sino por sublimar su energía para convertirla en inteligencia y sabiduría, siendo las obras que legaron al mundo, el fruto de sus esfuerzos.
Es en el centro mismo de la generación, donde se encuentra el Júpiter tonante de la leyenda, que se manifiesta como “padre de hombres”, cuando aquella energía la utilizamos para la generación, y como “padre de dioses”, cuando sublimada bajo la ley divina del amor, nos convierte en seres sensitivos y conscientes.
Dado el poder de la energía sexual, podemos generar dentro del amor sublime, para atraer Egos superiores, o podemos regenerarnos mediante la sublimación de esta portentosa energía. A este respecto el texto bíblico dice: “creced y multiplicaos”, que son exactamente las dos maneras de utilizar correctamente el Fuego de la Vida.
Es crecer en consciencia, en sensibilidad, en imaginación y en acción fecunda, sublimando la energía no utilizada en el deber conyugal, y multiplicarse en el proceso afectivo y responsable de la generación.
Cuando dice multiplicaos, enseña que la reproducción sea realizada de una manera sensorial y conscientiva, a fin de que otros Egos renazcan para ganar experiencia. Es multiplicarse dentro de la ley divina del amor y del matrimonio, “conscientes de ese instante sagrado, del cual dependerá la calidad, belleza y cualidades anímicas de la criatura que ha de engendrarse”.
Como seres humanos somos el producto más o menos superior del amor de nuestros padres. Existe en la Naturaleza la ley de asociación, que dice: “lo particular atrae hacia sí lo que le es semejante”; es decir, si queremos hijos sanos, fuertes, inteligentes y con alguna sensibilidad en el Alma, solamente debiéramos unir nuestros cuerpos para engendrar, en aquellos momentos en los que está vibrando en nosotros lo noble y espiritual, el arte, la filantropía y el carácter, haciendo del connubio una verdadera comunión de almas con amor sublime. Mozart, Beethoven, Mahatma Gandhi, Albert Schweitzer o Einstein, fueron el producto del amor más sublime de sus progenitores; por eso estos Egos se recuerdan y se seguirán recordando a través de sus obras.
Si la humanidad aprendiera a quererse más espiritualmente y a abusar menos instintivamente de la energía de la Vida, realmente las parejas se adorarían, se amarían con todo el poder espiritual de la existencia y podrían renacer Egos de mucha evolución, seres relativamente libres de enfermedades, con gran capacidad de consciencia, con una inteligencia superior y una sensibilidad exquisita; de nuevo los grandes músicos, artistas, pintores, escultores del pasado, volverían a renacer.
Pero mientras tanto, los únicos que han de renacer son seres llenos de karma negativo que vienen a sufrir, a hacer sufrir a sus padres y a la humanidad. Desafortunadamente esa es la realidad. Es un conocimiento que debe llegar a todos, pero muy especialmente a la juventud, porque son ellos los que tienen la responsabilidad de prepararse para la progenitura, para que seres de más evolución puedan renacer.
Los que prefieren dar satisfacción a sus bajas pasiones, es decir, los que son esclavos de sus propios instintos, los que depositan su semilla en lugares infecundos o la desperdician en locuras solitarias, marchan por el camino de la degeneración, hija de la ignorancia, del tabú o de la mala fe, de los que se dicen predicadores de la religión y guardianes de la moral.
Las energías de nuestra propia naturaleza son sagradas, porque han sido dadas por el Lagos para la adquisición de experiencia. Todo mal uso de esas energías nos habrá de llevar a tremendos sufrimientos físicos y morales.
La ignorancia es uno de los grandes problemas de la humanidad. La ignorancia es el desconocimiento del poder genesíaco del ser humano. Quien conoce y comprende ese ingente poder ya no es un ignorante, ya sabe la verdad, por lo que es libre de emplear o no ese conocimiento. Si lo utiliza adecuadamente, llegará a las más elevadas cimas de la evolución. Si lo malversa, los sufrimientos a lo largo de su evolución serán como un tremendo esmeril, en donde su Alma será pulida con inmenso dolor.
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