top of page

Karma y destino

  • Juan B Mejía V
  • 11 jun 2019
  • 4 Min. de lectura

.

Los seres humanos somos dueños de nuestro destino. No existen la suerte ni el azar ni la fatalidad, ni siquiera la voluntad de Dios, misteriosa, impenetrable. Un niño nace con discapacidad, un hombre es condenado injustamente, una mujer es atropellada al atravesar la calle, por un automovilista ebrio y muere. No es castigo divino, ni la voluntad de un Dios que distribuye arbitrariamente la desgracia o la fortuna. Los humanos mismos, con la vida que llevamos, preparamos en vidas o tiempos anteriores, las condiciones de nuestra existencia actual.

La vida humana está regida por leyes inquebrantables, que son las encargadas de que en el universo haya justicia. A lo que se llama destino no es más que la culminación, la aplicación de leyes ineludibles, que cada uno de nosotros ha puesto en movimiento con sus pensamientos, sus sentimientos y sus actos en el pasado remoto o cercano. Somos nosotros mismos quienes forjamos el destino positivo o negativo.

No existe el perdón por medio de rezos o de un vicario, ni la posibilidad de redimir el error (pecado) más insignificante por parte de ningún Dios ni de sus ministros. Existe la justicia imparcial y estricta, de la Deidad Universal desconocida, de la cual Karma es uno de sus ministros, y es depositario de tan alto poder, que no puede errar y que no puede, por lo tanto, sentir cólera ni compasión, porque es la equidad absoluta, y permite que cada causa, pequeña o grande, produzca sus inevitables efectos.

Si existiera el perdón o privilegios de alguna índole para cualquier ser humano, de la condición que sea, La Divinidad sería supremamente injusta. Si por ejemplo, como dicen los jerarcas de las iglesias, que sólo basta con contarle nuestros errores (pecados) a un funcionario de la iglesia, pagar diezmos o rezar de cierta forma, para que nuestros yerros sean perdonados, habría una tremenda injusticia, no compatible con las principales características de La Divinidad, o Dios, o como se le nombre, cuyos atributos sobresalientes son amor, justicia, bondad.

Si Dios es Amor, es la Justicia misma, es la Bondad en todo su esplendor, jamás cometería una injusticia de tal magnitud. Él nos ha conferido el libre albedrío, mediante el cual podemos obrar conforme a nuestro parecer, pero desde luego, teniendo conciencia de que cada acto, pensamiento o palabra tienen sus consecuencias, que llegarán tarde o temprano a nosotros, trayendo los efectos de las causas que pongamos en movimiento.

Karma no castiga ni premia a nadie; es el ejecutor de la ley del equilibrio y del balance. Las personas piensan que pueden enriquecerse, progresar, iluminarse, ser prósperas y felices, sólo trabajando para ellas mismas y olvidándose de los demás, o aún, a costa de los demás, cuando en realidad nadie puede ser rico sin hacer ricos a otros, nadie puede progresar sin hacer progresar a otros, nadie puede lograr la iluminación sin ayudar a iluminar a otros, nadie puede tener felicidad sin hacer felices a otros, nadie puede ser saludable sin cuidar la salud de otros. Cada acción, pensamiento, sentimiento, palabra, son ladrillos en la construcción de nuestra vida futura.

La humanidad actual en su mayoría, ha ignorado estos conceptos y ahora sufren las consecuencias de sus comportamientos negativos en el pasado. Sobre todos nuestros comportamientos debe primar la motivación de servir, de elevar y de transformar positivamente la vida de los demás.

Los condicionamientos que del pasado cargamos debido a nuestros aciertos o errores, son generadores de Karma, que a través de la ley de reencarnación, transmite por medio de los genes, las tradiciones, las costumbres, el inconsciente personal y colectivo, etc., las causas que en el pasado sembramos y que como una sombra se proyectan sobre nuestra cotidianidad.

Si nuestros actos en el pasado fueron de bondad, de altruismo, de respeto, de veracidad, en fin, de carácter positivo, recibimos como consecuencia de ellos bienaventuranza, prosperidad, amor, etc. Pero si por el contrario, nuestras acciones fueron de carácter negativo y con ellas lastimamos, deshonramos, perseguimos, arruinamos a otros o a nosotros mismos, la cosecha que obtendremos será de dolor, persecuciones, ruina, penurias.

Todo en el universo es energía, y en Él nada se pierde jamás. Por eso, cuando de nosotros salen pensamientos, palabras, imágenes de carácter negativo, estamos sembrando desdicha futura. Tan pronto descubramos que estamos admitiendo pensamientos, palabras, imágenes de odio, venganza, celos, ira, envidia, en fin, elementos negativos, detengamos el flujo de nuestra mente y de nuestra boca, y cambiemos las imágenes mentales por pensamientos de bondad, de tolerancia, de autocontrol, de respeto, y en general, de aspectos positivos, para que la siembra que hagamos produzca frutos de prosperidad, benevolencia, comprensión, etc. Enviemos bendiciones, energía positiva, amor, a aquellos que entren en contacto con nosotros, y deseemos para todos sabiduría, abundancia y amor.

Si permitimos que los elementos negativos predominen en la expresión de nuestro Verbo (pensamientos, imágenes, palabras), estamos bloqueando el flujo de energía positiva y con ello estableciendo causas que en un futuro cercano o lejano habrán de traernos efectos negativos a la existencia, como consecuencia de nuestro quebrantamiento de la divina ley de causa y efecto.

Recordemos que cosechamos lo que sembramos. Si esparcimos semillas de odio, venganza, rencor, etc., eso tendremos en nuestra vida hacia el futuro. En cambio, diseminando semillas de bondad, altruismo, felicidad, tolerancia, nuestra cosecha será de prosperidad, comprensión, generosidad, etc.

 
 
 

Comentarios


Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square

© 2023 by Name of Site. Proudly created with Wix.com

    bottom of page