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Redimir karma

  • Adaptado de Omraam Mikhaël Aïvanhov
  • 18 jun 2019
  • 5 Min. de lectura

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El mejor modo de no agravar el karma, es aceptar el destino y permitir que se cumpla sin tratar de evadirlo. De esa manera, se pagan las deudas correctamente y uno se libera. Mirad en la vida corriente: aquél que se endeuda, debe pagar sus deudas; si se niega, es perseguido, pero en el momento en que las paga, se le permite volver tranquilamente a su casa. Obrando con astucia, sólo consigue agravar su caso. Es como el criminal que escapa para no cumplir los años de prisión a los que fue condenado. Si de nuevo es atrapado, se le impone una pena aun mayor. Pues bien, el karma aplica las mismas leyes.

En realidad, existe un medio no sólo para no agravar el karma, sino también para acelerar el proceso de liberación. Sólo es preciso ser muy lúcido para aceptarlo actuando como los santos, los profetas, los místicos, que decidieron trabajar para el mundo entero, ayudar a los humanos, sacrificarse por ellos. Querían pagar a todos, incluso a los que nada debían, y así, por el sacrificio, el amor y la abnegación, conseguían escapar a las leyes de un destino ordinario. Sufrían, evidentemente, pero gracias a esos sufrimientos, llegaban más rápidamente a la liberación total. Para escapar al karma, sólo hay un medio: el amor, la bondad, la generosidad, la abnegación, el sacrificio.

Ahora bien, hay que comprender que esta es una actitud totalmente diferente del fatalismo. Los fatalistas, aceptan los acontecimientos diciéndose: “está escrito”, todo está decidido de antemano, no podemos hacer nada, y de esta forma no luchan, se dejan arrastrar por el destino como lo hacen los animales, sin intentar modificarlo con su trabajo, con sus actividades.

Los verdaderos discípulos no son fatalistas, deciden tomar las riendas, y dicen: “Cometí algunas faltas en el pasado, debo pagar, desde luego, ¿pero acaso haber cometido esos errores es razón para quedarme aquí estancado y sufriendo? No, ahora voy a emprender algo grande que no sólo me permitirá compensar mis errores, sino que además me conducirá a la verdadera liberación.” ¿De qué sirve pagar el karma si sólo es para sufrir sin evolucionar? Es necesario pagar el karma, por supuesto, pero el espíritu humano, emanado a imagen y semejanza de La Divinidad y por lo tanto con capacidades y potencialidades divinas, puede neutralizar el karma por medio de actuaciones correctas, acordes con la divina ley de causa y efecto.

Sí, os lo he dicho siempre, y en particular si tenéis un tema astrológico que presenta muchos malos aspectos, no debéis ver en ello una predestinación absoluta. Pues sabed que el espíritu humano está por encima de un tema astrológico, por encima de las estrellas, de los planetas y de sus influencias, por encima de las cargas kármicas, por encima de todo. El espíritu es libre, es todopoderoso. Cualquiera que sea el destino que los astros os hayan trazado, debéis saber algo: por encima del destino, en una región superior, sublime, inaccesible, reina vuestro espíritu, y el destino nada puede contra él. Los astros inclinan pero no obligan.

El único medio de escapar al destino, es pagar las deudas, desde luego, pero al mismo tiempo que se paga, es necesario continuar trabajando, creando, evolucionando. “Haber nacido bajo una mala estrella”, no es una razón para permanecer eternamente embrutecido, perezoso, haragán. Por supuesto, uno tiene una deuda que pagar, pero esa deuda no es más que un episodio pasajero.

Por su espíritu, el ser humano es inmortal. La deuda que tiene que pagar sólo representa un segundo en el tiempo, mientras que su existencia completa es la eternidad. No hay que permitir ahora que un solo momento obscurezca toda la luz del espíritu. He aquí un razonamiento correcto, mis queridos hermanos y hermanas. ¿No lo conocíais? Pues bien, de ahora en adelante os dará grandes posibilidades; sin él estaréis limitados, obstaculizados para siempre. Incluso cuando estéis descorazonados, agobiados, sólo es por un momento. Vuestro espíritu siempre es capaz de resolver las cosas, de restablecer la situación, de restaurar vuestras fuerzas. Hay que tener esa convicción. No permanecer en lo pasajero, lo temporario, para no ensombrecer completamente la luz del espíritu. Lo que os revelo es un secreto muy valioso si sabéis aprovecharlo. Ocurra lo que ocurra, debéis estar convencidos de que en vosotros brilla una chispa que nada ni nadie puede apagar, ni siquiera obscurecer.

Todos tenemos deudas que pagar, pero no es necesario que este pago nos bloquee. El hecho de que debamos pagar, no significa que todas las posibilidades de evolucionar nos estén negadas; al contrario, hay que atreverse a ir más lejos. No hay que ser como esas personas ante las que, en las sesiones de hipnotismo, se traza una línea con tiza diciéndoles: “Esta es una barrera infranqueable, jamás podrás pasar, inténtalo”; y en efecto, lo intentan, pero en vano. Pues bien, es precisamente lo que ocurre con los fatalistas; sus ideas los paralizan. El fatalismo es incompatible con el progreso, con la evolución. Es por ello que no se debe ser fatalista.

No creáis que ignoro las circunstancias difíciles en las que os podéis encontrar en la vida. Sólo quiero subrayar, que aun cuando no podáis modificar exteriormente vuestras condiciones de existencia, al menos existe un punto en algún lugar de vosotros mismos en donde sois libres, y allí, ni siquiera el karma puede impediros actuar y progresar. A esto me refiero cuando digo que el Espíritu está por encima de cualquier circunstancia adversa. En el dominio del espíritu puro no hay karma. Si lográis elevaros hasta esa cima, a trabajar ahí, os sentiréis libres y llegaréis a invertir la situación. Tarde o temprano, el mismo karma se verá obligado a inclinarse ante la voluntad del espíritu.

Suponed que después de haber estudiado vuestro horóscopo, sabéis que en una fecha determinada deberéis sufrir una enfermedad muy grave. Es una gran deuda a pagar. Es como una multa formidable que el tribunal os ha aplicado. Si no estáis prevenidos, es evidente que no trabajaréis, no pensaréis en apartar algún dinero, y cuando los guardias se presenten, no tendréis nada para darles; entonces os lo quitarán todo, venderán vuestros muebles en una subasta, os desalojarán y quedaréis en la calle, bajo la lluvia (desde luego es simbólico). Mientras que si estáis preparados y sois prudentes, habréis hecho un trabajo de antemano, habréis economizado, y podréis pagar la deuda.

Sí, siempre hay que trabajar, trabajar, ganar dinero u oro, para que el día en el que los guardias vengan a reclamar esa elevada suma, podáis darles tanto como sea necesario. Se irán con el dinero y quedaréis tranquilos. Reflexionad, veréis lo que se oculta detrás de esta imagen. Los guardias a menudo se presentan bajo la forma de desgracias o enfermedades. Si habéis acumulado reservas, medios físicos y psíquicos para afrontarlas, podréis superarlas. Pero si habéis malgastado vuestras reservas con una forma de vivir desordenada, evidentemente os sentiréis maniatados y aplastados.

Por eso es tan importante vivir una vida sensata, pues así es como se gana mucho oro. Todos tenemos interés en acumular oro. El oro de los alquimistas. ¿Y sabéis lo que somos aquí en la Fraternidad? Buscadores de oro. Sí, juntamos pepitas de oro. Todas las mañanas, durante la primavera y en verano, a la salida del sol, no hacemos otra cosa que acumular el oro que viene del sol (Prana). Llenamos bolsas y bolsas con él. Y si algunos consideran que esto es una pérdida de tiempo, pues bien, ya veremos a la larga quién tenía razón. Nosotros continuamos acumulando todas esas pepitas, y gracias a ellas, a menudo llegamos a pagar las deudas que contrajimos en el pasado, cuando no estábamos tan instruidos como hoy en día. Esta es la razón por la que hay que trabajar, trabajar sin cesar, y conservar las energías generadoras.

 
 
 

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