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Aniquilar el mal

  • luzenelsendero
  • 25 feb 2020
  • 3 Min. de lectura

Dice Omraam Aivanhov: “No tenemos poder para aniquilar el mal en nosotros. El único medio de hacerlo desaparecer es darlo como pasto a los espíritus del bien. La catorceava carta del Tarot representa un ángel ocupado en trasvasar un líquido de una urna de plata (metal asociado a la Luna), a una urna de oro (metal asociado al Sol). Los Iniciados que concibieron las cartas del Tarot, grabaron en este símbolo la idea de la transfusión del yo inferior, simbolizado por la Luna, en el Yo superior, simbolizado por el Sol. Para que esta transfusión sea posible, el yo inferior debe ser de alguna manera absorbido por el Yo superior. Este es pues, el trabajo del discípulo inteligente: dominar las energías caóticas de su naturaleza inferior, para ponerlas al servicio de su Yo superior. Este es el único modo de vencer al mal.”

En este comentario del instructor, vemos el trabajo a realizar dentro de nosotros mismos, para avanzar en el sendero evolutivo y librarnos de las cadenas de la materia. El yo inferior o personalidad, ha de ser transmutado mediante el servicio desinteresado, la estética, la pureza, para que gradualmente se funda en el Yo Superior y logremos la iluminación.

Debido a nuestra profunda inmersión en lo material, hemos perdido el rumbo y permitimos que el mundo nos esclavice con sus atractivos ilusorios, con su sensualidad y placeres eróticos, dejando en total olvido nuestro ser espiritual, nuestro Maestro Interno, que en la profundidad de nuestro corazón espera pacientemente a que despertemos del profundo sueño en el que estamos sumidos, al desviarnos del sendero evolutivo correcto.

Esa esclavitud de lo material, nos impide darnos cuenta del camino errado que estamos siguiendo, del mucho mal que hacemos a otros y a nosotros mismos, de lo ordinarios que nos estamos volviendo, cuando nuestro destino divino es que nos convirtamos en seres magnéticos, luminosos, de inmenso poder e ingentes capacidades en todo sentido.

Cuando tomamos conciencia de esta situación anómala, cuando como efecto de las causas negativas recibimos dolor, sufrimiento y carencias, despertamos al fin de ese letargo y comenzamos a otear el horizonte en busca de una salida a tan penosa situación, en busca del camino correcto hacia el que hemos de enderezar nuestros pasos, y nuestro espíritu interno nos guía por medio de intuiciones, de inspiraciones, para que avancemos por la senda correcta.

Es entonces cuando empezamos a ver las cosas de manera diferente, a pensar más en los demás que en nosotros mismos, a admirar a la otra polaridad (el hombre a la mujer y la mujer al hombre), de manera estética, sin lujuria, con devoción, y de esta forma detenemos el pérfido desgaste de nuestras sagradas energías generadoras, y las elevamos a los centros superiores por medio de la meditación-sublimación, para ir gradualmente despertando las potencialidades divinas que moran en nuestra interioridad.

Este es apenas el comienzo de un largo proceso de trabajo y estudio, pero dice un antiguo aforismo: “El comienzo es más de la mitad del todo.” Quiere decir que si no comenzamos, estamos perdidos; pero cuando iniciamos el camino, ya hemos dado un paso gigantesco hacia nuestra meta, hacia la conquista de nuestra vida ideal.

Pero es importante recordar que este proceso puede en algunos momentos ser doloroso y por eso muchos no perseveran en el empeño y se mantienen reducidos a su pobre situación, postrados en sus propias limitaciones. Para avanzar en el sendero se requiere responsabilidad, esfuerzo, compromiso, disposición a cambiar; pero bien vale la pena tener el coraje para seguir este camino, porque la recompensa es la conquista de sí mismo, la conquista de la voluntad, la conquista de las regiones celestes.


 
 
 

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