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¿Redentor quién?

  • luzenelsendero
  • 10 ago 2020
  • 2 Min. de lectura

Alguien expone este cuestionamiento: “Si Jesús vino a redimir los pecados del mundo, ¿cómo es posible que desde hace dos milenios, los sufrimientos y horrores de la humanidad se hayan multiplicado más que en cualquier otra etapa de la historia conocida? Más bien se diría que la humanidad hoy está más irredenta que nunca.”

Y tiene razón. El cuento de que el maestro Jesús vino a redimir a la humanidad, es una tergiversación maléfica de las sagradas escrituras, con el fin de mantener a la humanidad en la ignorancia y en la esclavitud, para poder aprovecharse de sus debilidades, pues de estas debilidades se nutren sus opresores: Del miedo, obtienen obediencia; del sufrimiento, obtienen diezmos; de la angustia y zozobra, obtienen sometimiento y resignación; de la emotividad, obtienen control absoluto de sus mentes.

La imagen de Jesús crucificado -al margen de la realidad o falsedad histórica del hecho-, impresa en nuestra psique, deforma la idea de un Dios omnipotente, que envía a su bienamado hijo a someterse a un suplicio infame como la crucifixión. Imaginarlo crucificado, genera en millones de almas, terribles sentimientos de culpa y dolor, además de la sensación asqueante de injusticia e impotencia, ya que muchos sufren, porque no se sienten capaces de tomar semejante actitud voluntariamente y dejarse crucificar, para limpiar por sí mismos sus propios “pecados” (errores).

Nadie puede redimir a nadie. Sólo nosotros mismos podemos redimirnos por medio de la bondad, el altruismo, la benevolencia, el amor y en general, acciones y actitudes positivas. De esta forma aquilatamos el alma; y es cultivando el alma como logramos alcanzar estados elevados de consciencia, que es lo que nos redime del “pecado”, o sea de nuestros yerros, que son los que nos mantienen esclavizados por nuestra adhesión a la materia y por lo tanto, irredentos, hasta tanto no nos levantemos definitivamente del lodazal en el que nos encontramos sumidos, por la ignorancia y la emotividad.

Los seres humanos somos espíritus que hemos encarnado en un cuerpo físico para evolucionar por medio de la experiencia, y lo que vincula cuerpo y espíritu es el alma, que la acrecentamos por medio de la ternura, la armonía, la bondad, el magnetismo, la estética, la admiración de la otra polaridad (el hombre a la mujer y la mujer al hombre).

Quienes cultivan su alma a través de varias encarnaciones, se convierten en seres magnéticos, bondadosos, altruistas. Seres que con su sola presencia generan armonía en quienes entran en contacto con ellos, y con su poderosa energía se convierten en sanadores de cuerpos y almas. Ejemplos de estos son el maestro Jesús, el señor Buda, Hermes Trismegisto, Platón, Pitágoras, Zoroastro, Krishna y muchos otros.

Eso de que Jesús derramó su sangre para redimirnos, es una falacia urdida para desfigurar los hechos con fines perversos, malévolos, perpetrada por los jerarcas de las religiones, con el fin de mantener a la humanidad en la ignorancia y sometida por el miedo. El maestro Jesús vino a mostrarnos el camino del amor, de la bondad, del altruismo, del desprendimiento, pero hemos dejado de lado su verdadero mensaje, para rendirle culto al dinero y los bienes materiales y sensuales.

 
 
 

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