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Sobre el libro de Job

  • luzenelsendero
  • 5 oct 2020
  • 2 Min. de lectura

De la obra: La Divina Kabalah por Iván Darío Quintero

El libro de Job enseña kabalísticamente el estado del trasgresor. Todo en el universo tiene como resultado la acción entre lo masculino y lo femenino; si en ese sendero logramos la armonía de los contrarios, vendrán la felicidad, la salud y la prosperidad; pero si no se logran equilibrar ese par de opuestos, vienen la desdicha, las enfermedades y las miserias de toda índole.

Job representa las hieráticas dos columnas del templo o como dirían los masones, las columnas Jakin y Bohaz (J y B). La J es Iod, el Fuego Creativo del Espíritu Santo, que representa el aspecto masculino de la Seidad, y la B es Beth, matriz del Universo, que representa el aspecto femenino de la Seidad, el recipiente de la semilla atrapando al Iod, la simiente, para hacer posible el prodigio de la generación universal, de la gestación y de todo progreso.

Además de Job representar lo masculino y lo femenino (J-B), en mitad de la J (Iod) y de la B (Beth), se encuentra la O, el Espíritu Universal, el Cristo, la Eterna Armonía. Job, hace referencia a nosotros, a la humanidad en evolución, inicialmente piadosísimos aceptando las leyes Divinas, pero de un momento a otro viene el enemigo secreto (el alegórico demonio), que lo llena de plagas, de miseria y de enfermedades. Entonces él reniega de La Divinidad y "prefiere no haber nacido", hasta cuando finalmente busca la sensibilidad, busca la armonía, busca lo espiritual dentro de su ser y por fin La Divinidad, Jehová, el IEOUA, el Ego, le convierte otra vez en el más próspero, inteligente, sabio y perfecto de los hombres.

Si tomamos el Libro de Job únicamente como una historia, La Divinidad sería el más inconsciente e injusto de todos los seres del Universo. Convertir al hombre más perfecto, más bondadoso, más benévolo, más piadoso de la Tierra en el más desdichado de los seres, quitándole todo cuanto tiene, llenándolo de miseria y de dolor, por darle gusto a Satanás. Eso sería una monstruosidad, sería perversidad e inconsciencia, pero no es así; somos nosotros mismos quienes cambiamos la armonía y la prosperidad por las penas y la miseria.

En la humanidad primitiva, Job, la mente aún no había tomado contacto con el cerebro; nos dejábamos guiar por las Jerarquías Creadoras, por lo que la vida era próspera, agradable, amena, feliz. Pero en el momento en el que se llegó a la individualización, la mente eclosionó como mediador entre el Espíritu en su triple aspecto y los cuerpos físico, vital y emocional. Al "abrirse" los ojos de la humanidad, esta utilizó su libre albedrío desviándose del recto sendero, trayendo como secuencia toda clase de sufrimientos.

Si en nuestra vida existen miseria y dolor, es porque no hemos aprendido a armonizar en nuestra interioridad el Iod y el Beth, lo masculino y lo femenino, la consciencia y la sensibilidad, sin hacer la suficiente consciencia de esta situación. Debemos buscar el Cristo, el Espíritu Universal, la sensibilización de nuestros vehículos. Ese es el misterio de Daath, encerrado en la alegoría de Job.

 
 
 

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